domingo, 30 de octubre de 2011

Gatas Carey: Luz y color

Gatas carey, tortuga, gata española, morisca, tricolor... Son los nombres con los que se conocen a las gatas cuyo pelaje presenta tres colores distintos, naranja, negro o blanco en su forma básica o diluidos.

La mayoría de los gatos tricolores son hembras, esto se debe a que el gen que determina el color naranja está ligado al cromosoma X. Una hembra tiene dos cromosomas X, pero los machos tienen un cromosoma X y uno Y. El color naranja del pelaje debido al gen “O” está asociado al cromosoma X. Para que una hembra sea tricolor debe tener un genotipo Oo, es decir, un gen “O” en el cromosoma X y un gen “o” en el otro cromosoma X. El macho, por consiguiente, nunca podrá ser tricolor debido a que sólo tiene un cromosoma X y, por tanto, no podrá portar los dos genes Oo necesarios para que se exprese el tricolor en su capa.
Excepcionalmente y a causa de una anomalía genética podemos encontrar un macho tricolor, pero es algo muy raro.

TIPOS DE TRICOLORES





Gatas Carey: en estas gatitas los colores están muy entremezclados, la base es el color negro, roto por vetas color naranja y crema, ocasionalmente también algo de blanco. La variedad de diseños es inmensa, es imposible encontrar dos iguales.


Gatas Calicó: Se denominan calicó las gatas en las que predomina el color blanco y los otros colores están bien diferenciados. Puede ocurrir que sean casi blancas y tengan pequeñas manchas naranjas y negras.

Como curiosidad en Japón se considera que atraen la buena suerte y los marinos solían llevar gatas de este color a bordo.



Las gatitas tricolores, en especial las Carey, forman parte de los gatos "incomprendidos" y de difícil adopción. En este caso parece ser que el color del pelaje no es del agrado de la mayoría de la gente y no las adoptan porque les parecen feas.

Es triste que mucha gente no esté dispuesta a darle un hogar a un animal que lo necesita porque no le guste su color. Adopta para tener un compañero o para salvar una vida, el cariño y la compañía es la misma sea cual sea el color y el aspecto.

Para aprender más sobre gatas tricolor: Mi Gato

Han colaborado como "modelos" para esta entrada: Consuelo, Rania y Wanda.

domingo, 23 de octubre de 2011

Igualdad



"El alma es lo mismo en todas las criaturas vivientes, aunque el cuerpo de cada una sea diferente"

Hipócrates

martes, 18 de octubre de 2011

Fotos de Pilot

Unas fotitos de Pilot en su casa.
Ya está muy bien, le ha costado mucho pero se ha acostumbrado a vivir sin otros gatos. Nos cuentan que le encanta dormir y que ya pesa 4´600. Todo un gatazo¡¡



miércoles, 12 de octubre de 2011

Los Gatos de la Isla de Man

Orígenes

El gato Manx es originario de la isla de Man en la costa inglesa. Los gatos de esta raza tienen la peculiaridad de carecer total o parcialmente de cola.

Se conoce a estos gatos desde hace siglos aunque no fueron reconocidos como raza hasta principios del siglo XX.

La ausencia de cola se debe a una mutación genética espontánea en un gen autosómico dominante (M) de expresión variable. Esto explica la existencia de distintos largos de cola, que van desde la falta total de cola hasta longitud casi normal.  Debido al aislamiento y consanguineidad la mutación se perpetuó facilmente.

Morfología

Aparte de no tener una cola como la que tienen la mayoria de los gatos, el Manx es conocido por su apariencia robusta y redonda. Sobre todo en los machos, tienen una cabeza muy redonda con una expresión bonachona. Sus patas traseras son mucho más fuertes y largas que las delanteras, haciendo que la curvatura del lomo esté considerablemente más alta que los hombros, al correr tienen un movimiento muy característico que recuerda la carrera de un conejo.

La cola tiene las variedades: – Rumpy: ausencia de cola (ninguna vértebra caudal ni coccígea). Debe haber un hueco en el lugar de nacimiento de la cola. – Rumpy-ricer: ausencia de vértebras caudales, pero entre 1 y 3 vértebras coccígeas recubiertas de un mechón de pelos. – Stumpy: cola de algunos centímetros, entre 1 y 3 vértebras caudales, con frecuentes anomalías óseas (cola “anudada”). – Longy o Tailed: cola normal o nudosa.

Poseen un pelaje corto y denso, con abundante pelusa. En cuanto al color, se dan todos los tonos y dibujos.

Desarrollo y reproducción

 La reproducción de los Manx es difícil, no son muy fértiles y el desarrollo de los gatitos es lento.Los gatitos portadores de dos copias del gen mutante M mueren en el útero y la consanguineidad puede ocasionar gatitos con malformaciones. Los cachorros que sobreviven se convierten en adultos robustos y suelen gozar de buena salud.

Carácter

Gatos de carácter tranquilo y bonachón, conviven bien con otros animales. Son muy amigables y afectuosos. Muy equilibrados, les encanta estar acompañados.
Debido a sus robustas patas traseras saltan más que los demás gatos y alcanzan con facilidad los muebles más altos.
Conservan su naturaleza cazadora, consecuencia directa de su alimentación durante siglos a base de roedores.

sábado, 8 de octubre de 2011

La Dama de los Gatos

Sale del portal con dos voluminosas bolsas, una colgando de cada mano. Parece que pesan bastante pero ella las lleva con esa ligereza con que las personas más fuertes manipulan las cosas grandes y aparatosas. Casi menuda, dice que las caminatas nocturnas la mantienen en forma. Lleva un pantalón de chándal, un forro polar azul y un par de zuecos de goma, de esos con agujeros por arriba que antes solo calzaba el personal sanitario o el de la limpieza y que de pronto empezamos a ver en los pies de los turistas yanquis y de las modelos más díscolas. Ella se los pone para no empaparse en los charcos, para poder meterse por el barro. Hace ya al menos dos horas que anocheció y no se ve ni un alma. Se diría que la única vida alrededor es la que se enmarca en las ventanas iluminadas por la luz anaranjada de las salas de estar y los fogonazos azules de los televisores. Pero hay una vida más pequeña, una existencia más modesta que impulsa a nuestra amiga cuesta abajo, cargada con sus bolsas, y hacia la que camina con el pelo algo desordenado y la sonrisa en su sitio.
Frente a quienes agreden a los gatos callejeros, ella protege a estos bellos y misteriosos compañeros.
No puedo decir su nombre. Tampoco puedo desvelar el lugar en el que nos encontramos. La sigo con una devoción similar a la que supongo se profesa a los santos, mientras ella me explica que hace siete paradas en su ruta. Todas las noches, cuando los demás se han ido de vacaciones o han salido a divertirse o remolonean en su sofá o se encuentran debilitados por la gripe. Todas las noches, haga frío o calor.
Hoy estamos de suerte: no nos empapa la lluvia ni nos azota el viento ni la helada nos corta la respiración. Es solo una simple noche de invierno, pero advierto que ella debe de estar hecha de un material más resistente, pues varias veces, al agacharse, el pantalón del chándal y el forro polar se separan un poco en su espalda y dejan al aire una franja de carne donde yo tengo la impresión de sentir el frío más que ella misma: como si la concentración en lo que hace le impidiera sentirlo, ni una sola vez acerca la mano al borde de la ropa para estirar, hacer ese gesto de taparse. Mientras distribuye la comida (una seca que suena -lo único que se oye en esta soledad- al caer sobre el recipiente de plástico que recupera de entre los matorrales y que coloca sobre unos cartones con los que sustituye los mojados, y otra, que sirve de una lata -una de ese montón de latas que le trae regularmente su cómplice, su amigo-) me digo que no hay material más resistente que el amor y que por eso ella no siente el frío.
Tampoco tiene miedo. Se lo pregunto porque suele hacer el recorrido sola y nuestra primera parada es en un parque, al borde de una carretera. La luz de unas pocas farolas ilumina apenas un lugar que de noche es de sombras: las de los árboles, las de un quiosco de bebidas, las de los fantasmas que me acechan. A ella no. Ella solo teme a los envenenadores y se le ha iluminado la cara cuando un enorme gato corre a lo lejos hacia donde estamos. Le ha avisado con un tono especial y unas palabras dulces, que él ha reconocido rápido. Le llama Coco. Le habla. Cree que queda poco para acabar con su periodo de socialización y que entonces podrá aplicarle el método CES, que la anima desde hace años a continuar con su esfuerzo: capturar-esterilizar-soltar, el único eficaz para controlar el crecimiento de la población de gatos callejeros y gestionar de la mejor manera sus colonias.
Ella realiza una tarea que debiera ser obligación de las instituciones locales. Lo hace sola y casi clandestina, con la mera connivencia de algunos vecinos que toleran su generosidad frente a la hostilidad, y hasta el acoso, de la mayoría. Frente a quienes persiguen y agreden a los gatos callejeros o asilvestrados. Pero sabe que son la educación, la sensibilización y la responsabilidad las vías para proteger a estos bellos, misteriosos y pacíficos compañeros. Actualmente alimenta a unos 50 y trata de ganarse la confianza de unos cuantos a los que esterilizar y devolver a su colonia si no encuentra adopción para ellos. Ha perdido la cuenta de los que ha salvado, devolviéndolos o no a la calle. Los desparasita regularmente. Se lleva a casa a los enfermos. Rescata camadas huérfanas que lloran por sobrevivir.
Después del parque vamos a un par de descampados. Luego, a una azotea mugrienta, inundada y sórdida, a la que se accede por unas escaleras metálicas y donde solo distingo aparatos de aire acondicionado. Allí la esperan otros seis, que me recuerdan el calor de las mantas y el cariño en que he dejado envueltos en casa a mis dos gatos, que también fueron callejeros. Siento angustia, tristeza y rabia. Ella les recoloca el refugio de poliuretano que su amigo ideó para ellos hace unos días. Ya solo queda un punto, en plena calle. Allí rescató a Héctor, al que puso el nombre del niño con el que jugaba. La silueta de su hermano se recorta al final de la acera. Solo entonces se enciende ella un cigarrillo de liar que saca de una cajita de metal. Y solo entonces me fijo en sus manos: algo toscas, con la piel seca y cortada. Son las manos de alguien cuya profesión sugiere manos finas y delicadas. Y cuando veo esas manos que algunos considerarían estropeadas, me dan ganas de besárselas.

Artículo de Ruth Toledano

Visto en: Entre Nómadas

Homenaje a las personas que se dedican de forma anónima a hacer un poco mejor la vida de los gatos de la calle

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